EL VINO DEL ASESINO
Mi mujer está muerta y ya soy libre
me puedo emborrachar hasta caerme,
sus gritos no retumban en mi mente,
su llanto ya no mancha las paredes.
Mi mujer está muerta y ya soy libre,
sus ojos de cansancio no me siguen,
el olor de su cuerpo ya no existe,
arrojé sus vestidos a las llamas.
Aunque no exista amor en este cuento,
tiene un final muy bello, hay una jaula rota:
fue fruto del azar, un segundo, un instante,
oigo crujir su cráneo abierto,
una rosa de sangre en su cabeza,
un candelabro sucio de mi rabia
rodando con orgullo por el suelo.
Ya nunca volveré cansado a casa,
ya nunca apuraré los cigarrillos,
miradme, vivo libre y solitario,
puedo cantar igual que un ángel,
puedo cagar igual que un perro,
puedo reírme igual de Dios, del cielo,
como de humanos juicios, de grandes moralistas.
La he matado, no importa, el sol sigue saliendo,
y la paz de este vino me acompaña.
viernes, 9 de marzo de 2012
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