Alberto Caeiro (Fernando Pessoa)
V
Bastante metafísica hay en no pensar en nada.
¿Qué pienso yo del mundo?
¡Yo qué sé lo que pienso del mundo!
Me pondría a pensarlo si enfermara.
¿Qué idea tengo de las cosas?
¿Qué opinión es la mía sobre causas y efectos?
¿Qué he meditado sobre Dios y el alma
y sobre la creación del Mundo?
No sé. Pensarlo para mí es cerrar los ojos
y no pensar. Es correr las cortinas
de mi ventana (que no tiene cortinas).
¿El misterio de las cosas? ¡Qué sé yo qué es el misterio!
El único misterio es que haya quien piense en el misterio.
Quien está al sol y cierra los ojos
al principio no sabe qué es el sol
y piensa muchas cosas llenas de calor.
Mas abre los ojos y ve el sol
y no puede ya pensar en nada
porque la luz del sol vale más que los pensamientos
de todos los filósofos y de todos los poetas.
La luz del sol no sabe lo que hace
y por eso no yerra y es común y es buena.
¿Metafísica? ¿Qué metafísica tienen esos árboles?
La de ser verdes, la de tener copa y ramas,
y la de dar fruto a su hora, y eso no nos hace pensar
que no sabemos darnos cuenta de ellos.
¿Habrá mejor metafísica que la suya
de no saber para qué viven
ni saber que no lo saben?
"Constitución íntima de las cosas"...
"Sentido íntimo del universo"...
Todo eso es falso, todo eso no quiere decir nada.
Increíble, que se puedan pensar cosas así.
Es como pensar en razones y fines
cuando empieza a rayar la mañana y allá por la arboleda
un vago oro lustroso va perdiendo oscuridad.
Pensar en el sentido íntimo de las cosas
es sobreañadir, es como pensar en la salud
o llevar un vaso de agua a los manantiales.
El único sentido íntimo de las cosas
es el de no tener sentido íntimo alguno.
No creo en Dios porque nunca lo he visto.
Si él quisiera que yo creyese en él
vendría sin duda a hablar conmigo,
y cruzaría mi puerta, casa adentro,
me diría: ¡Aquí estoy!
(Esto tal vez suene ridículo al oído
de quien, por no saber qué sea el mirar a la cosas,
no entiende al que habla de ellas
con el modo de hablar que el fijarse en ellas nos eseneña.)
Pero si Dios es las flores y los árboles
y los montes y el luar* y el sol,
entonces creo en él,
entonces creo en él a todas horas
y mi vida entera es una oración y misa
y una comunión con los ojos y por los oídos.
Pero si Dios es las flores y los árboles
y los montes y el luar y el sol,
¿por qué llamarle Dios?
Le llamo flores y árboles y sol y luar y montes;
porque si él se hizo, para que yo lo viese,
sol y luar y montes y árboles y flores,
si ante mí aparece como árboles y montes
y luar y sol y flores
es porque quiere que yo lo conozca
como árboles y montes y flores y luar y sol.
Y por eso, obedezco
(¿qué más sé yo de Dios que Dios no sepa de sí mismo?).
Le obedezco al vivir tan espontáneamente
como quien abre los ojos y ve,
y le llamo luar y sol y flores y árboles y montes,
y le amo sin pensar en él,
y lo pienso al ver y oír,
y ando con él a todas horas.
* luz de luna
MAMÁ, MAMÁ, POR QUÉ NO TE HICISTE UNA LIGADURA DE TROMPAS
un poema por Wolf Barren
Joder, mamá,
cuánto te quiero,
pero ya te podrías haber pinchao
con jaco del malo en tu embarazo.
Así con suerte hubiese nacido muerto.
Joder, mamá,
que es eso de tirarme a la existencia
donde tengo que vivir
de fumarme chustas de cerdas,
de beber culos de cerveza.
DE BEBER CULOS.
Joder, mamá,
cuánto te quiero,
pero ya podrías haberte puesto un diafragma
el día que aquel borracho te folló
hasta hacerte cagar la mierda que soy.
JOOOOOODEEEEEER,
MAMÁ, a ver si te lo coses ya,
que tus hijos odian este mundo.
Querido lector,
si escuchas lo que te digo
hazte un nudo en la polla
y no traigas más mierda al mundo,
para no ser como
mamá, mamá,
cuánto te quiero,
pero por qué no le diste
mejor uso a tus perchas que colgar
esos vestidos de flores,
esas enaguas de gorda,
esos petitos pre-natal.
Mamá, cuánto te quiero, joder,
pero ponte un tapón en el coño.
Joder, mamá,
cuánto te quiero
en este día de la madre,
pero mira que te digo,
si me hubieras matado al nacer
no recibirías estos regalos
de mieeeeeerda.
VIDA
A Paula Romero |
Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.
Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!».
Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!».
Ahora sé que la nada lo era todo,
y todo era ceniza de la nada.
No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada.)
Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.
Me corto al afeitarme. Es así de sencillo. Es tan simple como ver la sangre en mi mejilla, aquí estoy, soy materia, soy un contorno finito, no un ángel. Materia. Estoy arraigado en la tierra. Soy sangre.
Vagamos por la vida ignorando nuestra única certeza. Todo se acaba. No hay un mapa del tesoro esperándonos, el horizonte es un espejismo que se aleja a cada paso. Estoy aquí, ahora. El instante es todo lo que tengo. No el gran pájaro, no el ángel. Las alas de carnaval que me quito y que me pongo.
He sido arrojado al mundo, vivo bajo el peso de mi nombre. Todos cargamos el interrogante de nuestro propio misterio, todos ansiamos resolverlo. Estoy aquí. Estoy aquí y todo me empuja. Me balanceo al borde del abismo, y abajo no hay red, no hay colchón. El jefe del circo lo grita a través de su megáfono "qué coraje, qué coraje nacer, desafiar a la muerte".
Aquí empieza la historia. Cuántas historias empiezan aquí. Fuera el cielo gris, fuera el ruido del tráfico, el aleteo de palomas: un espacio conocido, un lugar común. Un tipo cualquiera lleva puestas unas alas que no son suyas y es el tres de noviembre de no importa qué año, en no importa qué ciudad.
Son las alas que me quito y que me pongo.
No sirven para volar, Capturan, solamente,
un azul instantáneo entre los cielos
surcados por nubes lentas, azorados
por los vientos...
pero no sirven para volar.
Desde lo alto de los enormes rascacielos
vuelan suicidas contra la tierra,
y mientras mis botas
se hunden en la nieve,
y el hielo que me arde
anuncia en silencio esta certeza.
Estoy aquí. Y soy materia.
Son las alas que sostengo y que contemplo,
y las dejo colgadas en las arcas,
y construyo mi museo de fracasos,
de mil intentos de despegue,
de caídas
todavía por venir. Y al final
siempre, siempre la tierra
se clava contra mi,
me implora que la ame.
Son las alas que me anclan a la tierra,
son las alas que me arrastran a la noche.
BILLIE HOLIDAY
Van a tener que amar tu voz
los borrachos heridos de tristeza,
los prisioneros de la lluvia acumulada,
los gatos perdidos de la noche.
Van a tener que saberte
pena a pena, trago a trago.
Hay una voz de luz en humo,
hay un otoño en Nueva York,
y un tren marcha sin saber a dónde,
y los álamos del sur
dan a los cuervos fruta extraña.
Hay un jazz que estalla en negro.
Hay una vitrola en cuerpo y alma,
y su flor respira el llanto
de tantos domingos oscuros,
de tantas batallas perdidas.
Así regresa el ayer sepultado,
y es tuya la juventud
y es tuya la belleza
y es tuya la verdad.
Siempre abro la puerta a los fantasmas.
El tiempo se deshace en vino azul
en las anchas avenidas
de un lunes bajo la lluvia.
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