Otro momento Kodak
No se supone que debía ocurrir así.
Debimos habernos encontrado en el aeropuerto
en la pista.
O, tal vez en el ascensor
entre pisos.
O tal vez sólo en algún bar inominado
donde los ojos de solitarios anhelantes
se pegan a tu solapa como ostras moribundas.
Todos hemos estado aquí antes-
las habitaciones prestadas en las que hemos entrado al revés.
Hoy, estamos en el centro de mi cocina-
(me gusta saber donde estoy contigo)
balanceando el fuego y el agua,
virtiendo palabras calientes y sueños fríos
como una mesa coja.
Ya estás con un pie fuera de la puerta.
Ya estás enviándome una postal
desde la habitación contigua.
Esto no es lo que pedí.
Esto no es lo que quería.
Lo único que siempre quise
era una película del espectáculo,
un largometraje de nuestras vidas desplegándose,
momento a momento, imagen a imagen,
¡fotografías saliendo y entrando en ambos,
explotando en luz!
Todo lo que siempre quise
es un poco de verdad en la vieja habitación oscura.
En su lugar, tú me ofreces una instantánea de ti mismo-
una cara, sin cuello ni manos.
Dios sabe lo que harías conmigo.
Mejor será que me quede en algún lugar oscuro y secreto,
un país perdido cuyo lenguaje no hablas,
cuyo terreno primitivo
nunca explorarás, abreviarás, retocarás.
Pero tú, siempre el turista,
vuelves a recargar la cámara de tus ojos,
enrollándolos con el negativo barato de tu pasado Polaroid.
Ojos que se van
pero nunca llegan.
Ojos que me siguen
dondequiera que vas.
El tonel de tus lentes telescópicas,
ese proyector lustroso, esa otra pistola cargada,
apretándose suavemente contra mi plato fotográfico--
¡Siempre con tu dedo en el gatillo
de lo que pudo haber sido!
No se suponía que debía suceder así...
Hasta que un día hace clic!
Se supone que debía suceder así.
Siempre estuvo mi dedo en el gatillo
de lo que pudo haber sido.
Hasta el flash final
del reconocimiento,
de la premonición...
el último destino de una vida no vivida.
viernes, 19 de junio de 2009
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