jueves, 15 de enero de 2009

Poetas de hoy: Wolf Barren

Wolf Klavinsky Barren, nacido en Pomona, California, 1949, es uno de los poetas más controvertidos del panorama norteamericano. Hereditario de la poesía de la generación beatnick, Wolf se declara a si mismo "el poeta más maldito de todas las generaciones de poetas malditos". Tan convencido está, que incluso ha decidido colgarse un cartel del cuello donde figura su título.

Su primer libro "Anoche me bebí unos Ballentines y maté a mi mujer" fue uno de los mayores éxitos de robo en toda la costa este de Estados Unidos, pero no contento con el éxito recibido, decidió patentar su particular método de autógrafo: un escupitajo en la primera página del libro. Su segundo libro, "Yo me raspo la garganta con la escobilla de un lavabo de gasolinera" gozó de menos éxito comercial, puesto que decidió romper el contrato con la editorial y entregar la distribución a un yankee con camisa de tirantes que habitaba una carvana en el desierto de Arizona.

Aún hoy en día, después de haber publicado doscientos setenta y ocho libros y dos colaboraciones, en ocasiones Wolf Klavinsky aparca su Lamborgini, deja su chalet diseñado por Frank Lloyd Wright y empieza a abordar trenes de mercancía y a tocar la armónica con mendigos negros blueseros.

Wolf declara que el tono malditísimo y duro de sus poemas lo ha conseguido a partir de "desayunar tumores malignos todas las mañanas" y "fumarme el tubo de escape de los coches".

Aquí les dejamos uno de sus poemas ejemplares, de fuerte contenido social y autobiográfico.


NO TENGO MÁS REMEDIO


No tengo más remedio

que ser un hijo de puta.

Ya véis,

he de desayunar sopa de pimienta,

llevo los pantalones sostenidos

por un clip que robé de la oficina

del curro del que me echaron.


El médico me dice que la deje,

que deje ya la vida,

y luego se ríe con su enfermera

y me pronostica cáncer

y me receta cianuro.


Cómo no voy a ser

un hijo de puta.


Y los capullos como tú, lector,

que me ven pasar por la calle

y no me miran,

o me condenan

con su mirada.

A los capullos como tú, lector,

que podríais ser yo

llegado un día.


Tal vez sea yo, entonces,

el que mee en vuestra tumba.

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