sábado, 12 de diciembre de 2009

La caída del príncipe

LA CAÍDA DEL PRÍNCIPE DE ABISINIA


Me enseñaste a desconfiar.

Recorrí calles y desiertos,
temiendo algún día conocerte
a ti, disfrazado de mendigo,
esperando en un umbral oscuro
con tu baraja trucada
de muertes, de torres y diablos,
diciendo
"oh Raselas, apiádate de mí".

Yo te me mostré por entero mi palacio,
sus estancias oscuras,
los pasajes ocultos
cuyos mapas dibujabas
en tu frente.
Y poco a poco empecé a olvidar
mi viaje, mis razones para no quedarme ahí
contigo subido al púlpito,
traidor y miserable fariseo,
mientras buitres salían de tu boca
y se iban a posar en mi cabeza.
Por Dios confieso que te obedecía.

Entonces,
tú te agarraste a mi nombre,
trepaste por él, y quedó desgarrado
cuando al fin alcanzaste mi corona
y la lanzaste con rabia contra el suelo.

Ya no veo mi nombre en sueños,
ya no veo mi nombre, lo has convertido en polvo
y lo has echado en tu café de la mañana
mientras lees mi esquela en el diario.

Tú me enseñaste a dudar de lo que amo,
quemados el palacio y los jardines
sólo soy otro viejo en el desierto,
el monstruo jorobado que se inclina
miserable mendigo del amor.